miércoles, 8 de octubre de 2008

FAVOR-RITOS TRADUC-CIDOS

Dos de mis libros favoritos son traducciones. Quiero decir que a veces uno duda de si le gusta la traducción o sólo el libro. O al revés. Lo que me emociona son las historias, los juegos, las intenciones. Sensaciones. Y esas estaban en la obra original. La traducción son sólo palabras que sirven de vehículo y poco más. En cierto modo la relación que hay entre obre y traducción es similar a la que hay entre sentimientos y escritura.
Traducir manuales de instrucciones o libros de medicina es una tarea complicada pero mecánica (en realidad también puede llegar a ser cómica, todos lo sabemos). En cambio traducir literatura es en sí un arte: el de crear un mundo equivalente al mundo que ya creo otra persona para condensar sensaciones e historias. En todo caso a veces la traducción importa menos de lo que la gente se cree. Salvo grandes errores u omisiones al final uno logra captar la esencia. Es cierto que en la poesía traducida uno suele perder el ritmo original. De jóven, durante los dias en un tren que me llevaba por Polonia hacía Leningrado me dio por traducir algunos poemas de Baudelaire manteniendo su ritmo, rima y estilo y fue como un crucigrama. De aquello recuerdo de memoria nada más un par de versos, que siempre me emocionan:
Ya llega el tiempo en que vibrando en su tallo
cada flor se evapora, como un inciensiario
En fin, que los dos libros de los que hablaba son, lo saben todos mis amigos, Ada o el Ardor y las Rubayyat.
Las traducciones de los Rubayyat dan para una novela entera. En verdad la obra de Omar kayyan casi no se conocería de no ser por Edward Fitzgerald. Este señor fue un importante poeta irlandés del siglo XIX. Puesto a estudiar poesía persa clásica, se quedó impresionado con esta obra y hizo la primera traducción conocida, publicada en 1857. Directamente del persa al inglés. No se alcanza muy bien a saber qué conocimientos de persa tenía Fitzgerald, (en historiografía inglesa del Siglo XIX uno diría que los británicos, como Richard Burton, aprendían los idiomas orientales en el instante de pisar aquellas tierras). Parece ser que no demaisados y debió de haber un negro (un persa, en realidad) de por medio. Quizás a causa de eso, hay quien afirma que "su trabajo más que una traducción ordinaria, estuvo marcado por una fuerte inspiración que lo llevaron a una interpretación de la poesía de Khayyam; llegando a ser considerada su traducción con posterioridad por algunos críticos un poema inglés con alusiones persas". En verdad lo que lo hizo este chico fue reconstruir los versos persas que alguien le tradujo literalmente en cuartetos mucho más largos que los originales, con ritmo propio inglés. De Khayyan (habría que escribir jayam, en español, igual que se dice Jomeini en vez de Khomeini, pero a estas alturas se ve raro) quedó el aire, la mística de las mujeres, la luna y el vivir con alegría. Esa traducción pasó desapercibida pero su reedición en 1868 se convirtió en un clásico en todo el mundo anglosajón.
Poco después el experto en lenguas orientales y secretario-intérprete del consulado francés en el Cercano Oriente, J.B. Nicolas (falsamente suele atribuírsele el título de cónsul, que suena más romántico y evoca mejor el espíritu de la ruta de Oaxana) decidió hacer una nueva traducción. Esta vez al francés, sin rimas ni ritmo y de nuevo con negro de por medio. En esa traducción intenta explicar, más que reproducir, las sensaciones de los cuartetos originales. Es un texto a menudo alegórico y simbólico que se aleja de la estética propia de Khayyam. Encima de todo, el francés -con poco rigor- añadió al centenar de cuartetos originales (en verdad el manuscrito de referencia incluye 250, pero de ahí más de la mitad tampoco son suyos) otros trescientos apócrifos que circulaban por Persia. a esta traducción se le acusa (culpa suya, por ponerse a explicar cosas) de olvidar el lado libertino del poeta (mala cosa para un francés) y buscar significados esotéricos místicos a sus imágenes sencillas.
A partir de ahí ha habido partidarios del irlandés y del francés. Que es como ser partidarios de la traducción libre que intenta imitar las sensaciones del original, o de la traducción explicativa. dos extremos extremistas. Entre los que apoyaban la versión creativa destaca en español, evidentemente, Jorge Luis Borges. Borges, entusiasmado con la obra del irlandés, llega a decir que el alma de Omar tomó como residencia el alma de Fitzgerald.
Ahí empiezan las traducciones castellanas...y la confusión. Hay por lo menos treinta traducciones distintas. Suele citarse como primera traducción la de Borges...pero no se trata del ínclito Jorge Luis, sino de su padre Jorge Guillermo, que fue quien le paso al hijo el gusto por los irlandeses, la poesía y las traducciones. El caso es que versionó al castellano argentino los versos irlandeses. La lejanía con el poeta original era cada vez mayor.
Sin embargo hay quien discute que esa fuera la primera traducción. En el prólogo eruditísimo a una versión latinoamericana encuentro referencias a un puñao de ellas:

"La de Borges fue, cuando menos, la tercera. La primera traducción apareció en 1907, sin firma, publicada en Madrid por la revista Renacimiento. La segunda, por Carlos Muzio Sáenz Peña y con prólogo de Álvaro Melián Lafinur (reproducido en Nosotros XIII.59, marzo de 1914, pp. 225-232), salió a la luz 1914 en Buenos Aires (MF2 298). En 1922, aparece en la revista Prisma, de Rafael Lozano (Paris / Barcelona) un anuncio de la Editorial Cervantes, de Barcelona, que promociona una serie de «Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas», entre ellos «Omar Kayyám». Una «traducción directa del persa» fue publicada por Ventura García Calderón en editorial El Convivio, San José de Costa Rica, en 1925 (Nos 49, 191, 04/25, 519). Del año siguiente son las Rubaiyat (Quatuor a cordes), «siete fantasías para cuarteto de cuerdas», de Adolfo Salazar (partitura impresa por Max Eschig en Paris, 1926, con cubierta de Salvador Dalí). Hubo igualmente varias versiones posteriores, entre ellas, la póstuma de Joaquín V. González (1927)."
Yo no sabía que hubiera tantas, ni siquiera aunque casi todas sean traducciones al castellano de los versos ya en inglés, sin echarle el ojo al original persa. En mis tiempos sólo conozco cuatro (y anda buscando la de Clara janés, en Trotta, pero creo que no la compraría). Hay una que fue la primera que leí, que es una colección superbarata RBA de esa que vendían en los kioscos con las páginas de papel malo que se vuelve amarillo en dos días. Lo mejor de esa traducción es que resulta que es la misma que se encontró Camarón (o Kiko Veneno, o sus amigos) y fue la que usó, con mínimos cambios, para la Leyenda del Tiempo. . En otra colección barata, clonada de la anterior, me encontré la versión de de Ramón Hervás, tosca, poco musical y aburrida. Más adelante en un mercadillo de viejo compré una edición decente con la versión de Joaquín V. González, directamente del irlandés al castellano. Recientemente Hiperión ha publicado la más reciente "traducción definitiva"  hecha por Zara Behnam y Jesús Munárriz y con texto anexo en persa. Porque será muy fiel, pero emociona poco o nada (es lo que tiene, a veces, la fidelidad).
Frente a eso, dudo que de Ada o el Ardor pueda haber una traducción definitiva, como no la haga el propio Vladimir Nabokov, igual que tradujo al inglés el Eugene Onegin, de Pushkin, en la que es quizás la mejor traducción que jamás se haya hecho de un libro. Claro, que para eso ayuda bastante ser uno de los mejores escritores de siempre tanto en la lengua original como en la traducida. Así cualquiera.
En todo caso uno sólo puede compadecer al pobre traductor de Ada. O envidiarlo por tener que meterse a vivir en ese mundo complejo. Nabokov tardó sólo diez años en construir la novela, a partir de lo que empezaron siendo dos libros distintos, y la publicó una semana después de cumplir setenta años. La traducción francesa tardó sólo cinco años; de ellos los últimos seis meses se dedicaron a que Nabokov y su mujer, Vera ( a quien siempre le dedicó todos los libros), revisaran intensamente la versión. Así es más fácil, aunque es famosa la discusión entre discusión entre Nabokov y su traductor al francés, que, falta de la exhaustiva precisión científica de Vladimir, escribía “nogal” en vez de “nogal americano” al referirse a un árbol.
En fin, la dificultad de Ada es su belleza. Es una historia compleja, imitando las grandes sagas rusas, y deliciosa. Es especialmente dulce toda la primera parte, la adolescencia con sus amores furtivos y espontáneos que brotan en ese mundo perdido que es Ardis. Pero más allá de la historia y los personajes el libro es todo una parodia de muchas parodias. Existe una página web dedicada a enlazar con todas aquéllas obras literarias reconocidas aludidas o parodiadas en Ada y la verdad es que recoge más de cincuenta y se queda corta. Y entre esas parodias, la propia Ada que dedica una parte de su vida a traducir al ficticio John Shade. Aquí la novela fue traducida antes al catalán que al castellano, y lo que cuenta el osado Jordi Arbonés da una idea del calvario que sufrió. El famoso traductor catalán dice que para él Ada fue una auténtica tortura, tanto que prometió no volver a traducir jamás a Nabokov. La traducción castellana apareció en 1976 firmada por David Molinet, seudónimo utilizado en realidad por Juan Carlos García-Borrón, conocido filósofo e intelectual catalán que era un señor serio y metódico, que recordaba -por eso mismo- al Nabokov más íntimo.
La complejidad de la traducción de Ada se entiende si uno toma en cuenta que en la primera edición inglesa se acompañó de un volumen de notas críticas sobre la novela elaboradas por... el propio Nabokov (bajo un obvio seudónimo). William Boyd, que ha dedicado su vida entera a Nabokov y ha publicado los dos grandes tomos de su biografía definitiva (de uno de ellos me tocó hacer una reseña para una revista literaria hace años) es tan fanático de Ada que sigue intentando entender la obra en sus detalles y mantiene una página web donde está entera y prólijamente anotada. Recientemente, Erik Orsenna ha publicado un libro (dos veranos) cuyo argumento principal es la historia de un chico que intenta traducir Ada al francés y que necesita contar para ello con todo un pueblo entregado en cuerpo y alma a la tarea de buscar datos, definiciones y palabras.
En fin, que en tanto uno intente estar informado sobre las traducciones y los originales, al final los libros vuelven a ser lo que eran cuando se escribieron. Se decostruyen al pasarlos al papel y se vuelven a construir cuando uno termina por entenderlos como un sentimiento que un día se metió en la chorla de un tipo y que este tuvo que intentar transmitir através de letras.
Una de las famosas pintadas de mayo de 1968 decía "hablar del amor es destruir el amor". Lo que pasa es que para hacer la pintada el tipo no tuvo más remedio que escribir la palabra amor, así que cayó en su propia trampa. Es lo que tiene.

1 comentario:

Unknown dijo...

Magnífico artículo, macho